Él sabe que ella siempre estará allí. Ella siempre será algo a que aspirar, algo bueno y limpio. Siempre allí. Y, aunque nunca tocó sus pechos, aunque nunca acarició sus muñecas, su imagen es tan real, tan fuerte. Sus ojos curvados.
Pocas cosas en el mundo son tan duraderas como esa imagen. 
Siempre limpia. Siempre inmaculada. Sin defectos ni imperfecciones.
No puedes asegurar nada, pero si posees algo así, algo poderoso, algo alto y eterno a que aspirar, lo tienes todo. Eso no va a corromperse. Eso no va a desaparecer. No va a cambiar. No va a empeorar.
Cuando atrapas un pensamiento y sabes que es para siempre. Esa seguridad.
Algo tan puro.
La placidez de las cosas que pudieron haber pasado.
La pureza de lo perenne.
Vale más.
Vale más que el perder, que el separar, que el futuro incierto.
A lo mejor es verdad que puedes esconder tu amor para siempre.

El día que me vaya no se lo diré a nadie, Kiko Amat
La vida es una serie de test de destrucción. Hay que pasar los primeros test, atascarse en los últimos. Fallar en la vida, pero fallar por poco. Y sufrir, sufrir siempre. Debéis aprender a sentir el dolor por todos vuestros poros. Cada fragmento del universo debe ser para vosotros una lesión personal. Sin embargo, debéis sobrevivir, al menos durante algún tiempo.

Poesía, Michel Houellebecq

Vivimos a ras de suelo, en lo llano, y sin embargo aspiramos a elevarnos. Terrestres, a veces ascendemos tan alto como los dioses. Algunos se elevan por medio del arte, otros con la religión; la mayoría, con el amor. Pero al elevarnos también podemos caer en picado. Hay pocos aterrizajes suaves. Podemos rebotar en el suelo con tal fuerza que se nos fractura una pierna y somos arrastrados hacía una vía férrea extranjera. Cada historia de amor es en potencia una historia de aflicción. Si no al principio, más tarde. Si no para uno, para el otro. A veces para ambos.
Entonces, ¿por qué aspiramos continuamente al amor? Porque el amor es el punto de encuentro entre la verdad y la magia. La verdad, como en la fotografía; la magia, como en los globos aerostáticos.

Niveles de vida, Julian Barnes
Todo cuanto tenemos ante los ojos ha periclitado. No estoy triste. Las cosas están llamadas a desaparecer. Mi iré sin dejar rastro. No encontrarán ataúd, ni huesos. Todo seguirá como siempre. Todo partirá alegremente en el agua.

Felices los felices, Yasmina Reza
Si un artista no comprende a tiempo que debe consagrarse a algo más elevado que él, como un partido o una religión, lo que le espera es un destino lastimoso compuesto de borracheras, shows de televisión, pequeños chismorreos, pequeñas rivalidades y, para acabar, un infarto o un cáncer de próstata.

Limónov, Emmanuel Carrère
Realmente le gustaría que nada se moviera. Las cosas tienen que cambiar siempre. Tienen esa obsesión. Eso le jode.
Imagina vivir tu momento preferido una y otra vez, sintiéndolo igual, eternamente. Imagina congelar un segundo intensísimo y, en lugar de atesorarlo para recordarlo siempre, repetirlo toda la vida, enorme.
Pero no.
Tiene que venir el tiempo, impertinente, o la rotación planetaria, o el curso de la galaxia a joderlo todo y mover los segundos para que de los cenits uno pase a los entreactos, de los crescendos a los medios tonos, y todo vuelve a moverse para mandar los segundos intensos a paseo. Para convertirlos en un recuerdo almacenado entre polvo y cucarachas en los rincones de su cabeza.
Para dejarle abandonado en un desierto de horas mediocres, sin siquiera un aviso de cuándo se dejará ver el próximo oasis emocional.

El día que me vaya no se lo diré a nadie, Kiko Amat
Nos cruzábamos por los pasillos del centro como si no hubiera sucedido nada, parecía ir siempre con prisas, la cartera en la mano izquierda y el cuerpo inclinado siempre hacia el mismo lado, el flequillo grisáceo le cubría los ojos más que nunca. Me parece bastante miserable ese modo silencioso con el que los hombres nos expulsan al curso del tiempo. Como si fuera menester recordarnos, a todo evento, que la existencia es discontinua.

Felices los felices, Yasmina Reza

Pocas cosas se parecen a la sensación de haber sido dejado.
Por mucho que trate de pensar en otra cosa, la sensación siempre vuelve. Como aquellas páginas porno de la red que, al abrirlas, se instalan automáticamente como pantalla de inicio, sin preguntar, en tu ordenador. Luego tu madre va y lo conecta para mirar una receta y se encuentra de frente con la página web de «Amor caliente 2» o peor. El dolor del dejado es algo así. Lo cierras, lo apartas cuando estás ocupado, pero cada vez que te conectas, cada vez que tu mente deriva, vuelve a aparecer.
Como un página X que no puedes desconectar.
Como un alien que te salta a la cara y te sorbe la fuerza.
Sin permiso.

El día que me vaya no se lo diré a nadie, Kiko Amat
Me aburre hablar con tan poca indulgencia del adolescente y el jovencito que fui. Quisiera quererle, reconciliarme con él y no lo consigo. Creo que estaba aterrorizado: por la vida, por los demás, por mí mismo, y que el único modo de impedir que el terror me paralizase por completo era adoptar aquella posición de repliegue irónico y hastiado, abordar cualquier especie de entusiasmo o compromiso con el sarcasmo de alguien al que no le engañan, que está de vuelta de todo sin haber ido nunca a ninguna parte.

Limónov, Emmanuel Carrère
Sólo es realmente hermoso lo que no sirve para nada. Todo lo que es útil es feo, porque es la expresión de alguna necesidad y las necesidades del hombre son ruines y desagradables, igual que su pobre y enfermiza naturaleza. El rincón más útil de una casa son las letrinas.

Mademoiselle de Maupin, Théophile Gautier
La verdad, no lo olvides nunca, mi pequeño Édichka, es que los hombres son unos cobardes, unos canallas, y que te matarán si no estás preparado para golpear primero.

Limónov, Emmanuel Carrère
Verás que no eres el primero a quien la conducta humana ha confundido, asustado y hasta asqueado. Te alegrará y te estimulará saber que no estás solo en ese sentido. Son muchos los hombres que han sufrido moral y espiritualmente del mismo modo que tú ahora. Felizmente, algunos de ellos han dejado constancia de su sufrimiento. Y de ellos aprenderás si lo deseas. Del mismo modo que alguien aprenderá algún día de ti si tienes algo que ofrecer. Se trata de un hermoso acuerdo de reciprocidad. No se trata de educación. Es historia. Es poesía.

El guardián entre el centeno, J.D. Salinger
Creemos que el mundo es constante, que, bajo nuestros pies, vaga por el espacio día y noche, con lluvia y con sol. Y llega el día en que te caes del planeta y empiezas a flotar en el espacio exterior, y todo lo que te parecía cierto, todas las leyes que antes habían regido tu vida, todas las reglas y las normas que mantenían las cosas en su sitio, que te mantenían a ti en tu sitio, han desaparecido. Y ya nada tiene sentido. Adiós a la gravedad. Adiós al amor.

Canciones de amor a quemarropa, Nickolas Butler
Me he ido de un montón de colegios y de sitios sin darme cuenta siquiera de que me iba. Y me revienta. No me importa que sea una despedida triste o que sea una despedida desagradable, pero cuando me voy de un sitio me gusta saber que me voy. Si no, te da más pena todavía.

El guardián entre el centeno, J.D. Salinger
Tal vez esta sea la diferencia entre los vivos y los muertos: muchas veces los vivos quieren insensibilizarse, los muertos nunca, si es que alguna vez quieren algo.

La constelación del Perro, Peter Heller
Las Señales
sí existen
-alguien tenía que decirlo-

nosotros
no
somos Señales

por eso es que
de una forma
u otra
todos
morimos
atropellados.

Las normas del vertedero, Riot Über Alles
Últimamente ya no sé que hacer, y a veces tengo la sensación de que nadie me deja hacer nada. El caso es que no quiero beber porque lo que quiero es emborracharme, pero puede que si me tomara una copa lograra doblar cosas, ¿sabéis? Como el aspecto del mundo, por ejemplo. O incluso el tiempo. Ahora mi vida se pierde a lo lejos como una autopista que no va a ningún sitio. Como una de esas autopistas de las praderas en las que puedes ir a ciento treinta, ciento cincuenta, ciento sesenta, y la única pista de que estás volando es el sonido del motor y la aguja del depósito que se inclina hacia abajo cada vez más deprisa. Sin referencias con las que medirse ni medir tu propia velocidad. Ni árboles, ni edificios; con suerte te toca una ristra de postes de teléfono, pero casi siempre, nada.

Canciones de amor a quemarropa, Nickolas Butler

Tienes el deber patriótico de cumplir como un campeón.
¿Ah, sí?
No.
¿Entonces qué?
Yo qué sé.
Haz lo que quieras.
¿Y qué es lo que quiero?
Quiero ser dos personas al mismo tiempo. Para que una pueda escapar corriendo.

La constelación del Perro, Peter Heller
El cuerpo de la chica se cimbreaba ligeramente de lado a lado.
Yo no podía hacer nada, mi cuerpo era como los pájaros que se posan en las líneas telefónicas tendidas sobre el mundo, cuando las nubes mecen los cables con cuidado.
Me tiré a la chica.
Fue como ese eterno segundo 59 que se convierte en un minuto y luego parece un poco avergonzado.
-Bien -dijo la chica, y me besó en la cara.

La pesca de la trucha en América, Richard Brautigan
Puntos de vista
o
tus Razones hoy
o
pasemos a través de una Guerra.

Lamentablemente,
todo es
darle un sentido
a la supervivencia.

Las normas del vertedero, Riot Über Alles
Una vuelta y somos distintos, ya no somos los mismos de antes. Nunca más. Ni siquiera esas estrellas. Incluso las estrellas decaen, se desploman, se unen, se separan. Cierro los ojos. Es lo que hay dentro de mí. Lo que se mueve en mi interior, lo que nada en el dolor como un pez ciego que no se detiene jamás. Es lo que vive, lo que permanece. Revive, renueva el amor y el dolor. El amor es el lecho del arroyo y el dolor lo llena. Lo llena con lágrimas todos los días.

La constelación del Perro, Peter Heller
Sobrar

es
algo
que todos hacemos
antes o después

aún
la suerte
llega

aquel
que decida por mí
sea
el primero

en besarme.

Las normas del vertedero, Riot Über Alles
Estoy destrozado. Lo que demuestra que nunca es demasiado tarde para aprender. Aunque me pregunto qué significa eso.

Un general confederado de Big Sur, Richard Brautigan
A veces lo que se va vuelve, pero nunca acaba exactamente en el mismo sitio, ¿te has fijado? Como un disco sobre un plato, lo único que hace falta es variar un surco y el universo se transforma en otra canción completamente distinta.

Vicio propio, Thomas Pynchon
El mundo puede ser peor, una pendiente de degradaciones e insomnios en las que rueda la indignidad hasta corromperlo todo, hasta oxidar los recuerdos, hasta poner en duda la materia que hace posible el amor, la alegría y la conciencia. Puede ser un circo en una ciudad dispuesta a aplaudir, y a opinar, y a calificar del uno al diez a las dos fieras que se destrozan en la pista. Nosotros, que nos quisimos tanto, nosotros, tan civilizados por una cultura nueva y tan deleznables como las alimañas de siempre.

No me cuentes tu vida, Luis García Montero

Lee Mellon miraba al cielo. A veces, cuando conoces a alguien, se queda mirando al cielo. Lo miró durante mucho rato.
-¿Qué? -le dije, porque quería ser su amigo.
-No son más que gaviotas -repuso-. Mira ésa.
Señaló una gaviota, pero no supe cuál de ellas señalaba, porque había muchas, invocando el alba con sus voces. A continuación estuvo un rato sin decir nada.
Sí, uno podía pensar en gaviotas. Estábamos terriblemente cansados, con resaca y aún borrachos. Uno podía pensar en gaviotas. Es algo muy sencillo... gaviotas: el pasado, el presente y el futuro pasan casi como redobles de tambor hacia el cielo.

Un general confederado de Big Sur, Richard Brautigan
-Ese es el error -dijo al cabo de unos segundos, sin quitarme su mirada fija de encima ni variar su postura, como si en vez de hablar estuviera atendiendo-, un error propio de niños en el que sin embargo incurren muchos adultos hasta el día de su muerte, como si a lo largo de su vida entera no hubieran logrado darse cuenta de su funcionamiento y carecieran de toda experiencia. El error de creer que el presente es para siempre, que lo que hay a cada instante es definitivo, cuando todos deberíamos saber que nada lo es, mientras nos quede un poco de tiempo. Llevamos a cuestas las suficientes vueltas y los suficientes giros, no sólo de la fortuna sino de nuestro ánimo. Vamos aprendiendo que lo que nos pareció gravísimo llegará un día en que nos resulte neutro, sólo un hecho, sólo un dato. Que la persona sin la que no podíamos estar y por la que no dormíamos, sin la que no concebíamos nuestra existencia, de cuyas palabras y de cuya presencia dependíamos día tras día, llegará un momento en que ni siquiera nos ocupará un pensamiento, y cuando nos lo ocupe, de tarde en tarde, será para un encogimiento de hombros, y a lo más que alcanzará ése pensamiento será a preguntarse un segundo: '¿Qué se habrá hecho de ella?', sin preocupación ninguna, sin curiosidad siquiera. ¿Qué nos importa hoy la suerte de nuestra primera novia, cuya llamada o el encuentro con ella esperábamos anhelantemente? ¿Qué nos importa, incluso, la suerte de la penúltima, si hace ya un año que no la vemos? ¿Qué nos importan los amigos del colegio, y los de la Universidad, y los siguientes, pese a que giraran en torno a ellos larguísimos tramos de nuestra existencia que parecían no ir a terminarse nunca? ¿Qué nos importa los que se desgajan, los que se van, los que nos dan la espalda y se apartan, los que dejamos caer y convertimos en invisibles, en meros nombres que sólo recordamos cuando por azar vuelven a nuestros oídos, los que se mueren y así nos desertan?

Los enamoramientos, Javier Marías

Hay un dolor del que no sabes cómo escapar. No puedes aplacarlo con palabras. Si al menos hubiera alguien con quien hablar. Puedes andar. Primero un pie, luego el otro. Inspirar, espirar. Beber del arroyo. Mear. Comer tiras de venado. Dejar su cecina en el camino para los coyotes y los arrendajos. Pero es una pérdida que no puedes metabolizar. Está en las células de tu cara, en tu pecho, detrás de los ojos, en los pliegues de tus entrañas. Músculo nervio hueso. En todo tu ser.
Al andar lo impulsas hacia delante. Cuando sueltas el trineo y te sientas en un tronco caído y... Te lo imaginas a tu lado, hecho un ovillo en la mancha de sol o tumbado encima de tus pies. No te encuentras muy bien. Entonces el Dolor se sienta junto a ti, te rodea los hombros con su brazo. Es tu mejor amigo. Constante. Y por la noche no puedes soportar oír tu respiración sin el contrapunto de otro aliento, y bajo la gran quietud se oye, como una banda sonora, el estruendo de la catarata de todas las cosas que te van arrebatando. Entonces el Dolor se tiende a tu lado, pegado a ti. Ni siquiera te molesta con el ruido de su respiración.

La constelación del Perro, Peter Heller
Los vivos son los que son una vergüenza. ¿No lo crees tú así? Los muertos no le dan guerra a nadie; pero lo que es lo vivos, no encuentran cómo mortificarle la vida a los demás. Si hasta se medio matan por acabar con el corazón del prójimo. Con eso te digo todo. En cambio, a los muertos no hay que aborrecerlos. Son la gran cosa. Son buenos. Los seres más buenos de la tierra.

Un pedazo de noche, Juan Rulfo
En las canciones de Bruce Springteen o te quedas y te pudres, o te escapas y te quemas. Eso está bien; por algo es un cantautor y necesita opciones así de simples para sus canciones. En cambio, nadie ha descrito nunca en una canción que es posible escapar y pudrirse: hay fugas en las que te sale el tiro por la culata, y también te puedes ir de la periferia para vivir en la ciudad, para terminar llevando una vida periférica, suburbana y arrastrada de todos modos. Eso es lo que me pasó a mí; es lo que le pasa a casi todo el mundo.

Alta fidelidad, Nick Hornby
El saber constituye por sí mismo un obstáculo contra el delirio de omnipotencia del dinero y el utilitarismo. Todo puede comprarse, es cierto. Desde los parlamentarios hasta los juicios, desde el poder hasta el éxito: todo tiene un precio. Pero no el conocimiento: el precio que debe pagarse por conocer es de una naturaleza muy distinta. Ni siquiera un cheque en blanco nos permitirá adquirir mecánicamente lo que sólo puede ser fruto del esfuerzo individual y una inagotable pasión. Nadie, en definitiva, podrá realizar en nuestro lugar el fatigoso recorrido que nos permitirá aprender. Sin grandes motivaciones interiores, el más prestigioso título adquirido con dinero no nos aportará ningún conocimiento verdadero ni propiciará ninguna auténtica metamorfosis del espíritu.

La utilidad de lo inútil, Nuccio Ordine
El infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquel que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar y darle espacio.

Las ciudades invisibles, Italo Calvino
Pienso en el entonces y pienso en el ahora. Pienso en aquel niño que fui, y qué parte puso ese niño en lo que soy hoy. Y pienso en el lugar de donde vengo, y en cómo una parte de mi siempre se quedo allí, ahora lo veo.
Pienso en todas esas cosas con cara de cerdito, no es una de mis muecas, es de tener la nariz firmemente pegada al cristal, mirando al cielo, ya oscureció.
Y entonces me separo del cristal unos centímetros, y doy dos pasos de baile, y doy una vuelta sobre mi eje, y vuelvo a estar de cara a la ventana. Pim-pam-fuera. Y me miro los pies, miro ese baile inesperado que ha venido de otras décadas, y ahora sonrío, sonrío sólo un poco, casi imperceptiblemente, sólo si me conocieses mucho te darías cuenta.
Y pienso. Cómo de aquella época, del verano de 1987, no queda nada ya; los años y los golpes nuevos, las nuevas decepciones, se han ido amontonando, cubriendo con su manto a cada uno de nosotros, llenando nuestros cuerpos con cosas nuevas e inesperadas, algunas incluso felices. Felices, incluso.

Rompepistas, Kiko Amat
Hay quien se preocupa, y mucho, de que los niños pequeños jueguen con armas de fuego, de que los adolescentes vean vídeos en los que la violencia es moneda corriente; nos da miedo que esa especie de cultura de la violencia termine por tragárselos como si tal cosa. A nadie le preocupa en cambio que los niños escuchen miles, literalmente miles de canciones que tratan siempre de corazones destrozados, de rechazos y abandonos, de dolor, tristeza, pérdida. Las personas más desgraciadas que yo he conocido, románticamente hablando, son las que tienen un desarrollado gusto por la música pop. Y no sé si la música pop es la causante de esta infelicidad, pero sí tengo muy claro que han escuchado esas canciones infelices desde hace más tiempo del que llevan viviendo una vida más o menos infeliz. Así de claro.

Alta fidelidad, Nick Hornby
Todo lo que nos atrae y seduce en la vida me parece vacío de sentido. No poseo ni el sentimiento del pasado ni el del futuro; el presente me parece un veneno. No sé si estoy desesperado, pues la ausencia de toda esperanza no equivale obligatoriamente a la desesperación. Ningún calificativo podría afectarme, pues no tengo ya nada que perder. Y pensar que lo he perdido todo en el momento en que a mi alrededor todo despierta a la vida...

En las cimas de la desesperación, E.M. Cioran
Sólo soy una sombra, un vestigio, o ni siquiera. Un susurro afásico, un olor disipado y fiebre bajada, un rasguño sin costra, que se desprendió hace tiempo. Soy como la tierra bajo la hierba o aún más allá, como la invisible tierra bajo la tierra ya hundida, un muerto por el que no hubo duelo porque no dejó atrás su cadáver, un fantasma cuya carne se va ahuyentando y sólo un nombre para los que vengan luego, que no sabrán si es inventado.

Baile y sueño, Javier Marías
-A veces, me da la impresión de que todo es mentira -añadí.
-Mira: si todo es mentira, escoge al menos una mentira hermosa -dijo Julián, aunque mirando a su amigo-. ¿No?
En mi estado alterado, esa frase fue un relámpago divino clavándose en mi frente.
-Tienes razón -dije con ojos centelleantes-. Eso haré.

Cosas que hacen BUM, Kiko Amat
Pero las estrellas brillan sobre nuestras cabezas, el sol arde. La hierba crece y la tierra, bueno, la tierra se traga todo lo que es vida y borra todas las huellas, vomita luego nueva vida en una cascada de miembros y ojos, hojas y uñas, pajas y colas, mejillas, pieles, corteza e intestinos, que se vuelve a tragar. Y lo que nunca llegamos a entender del todo, o no queremos entender, es que todo eso ocurre fuera de nosotros, que nosotros no formamos parte de ello, que no somos más que lo que crece y muere ciegamente, igual que son ciegas las olas del mar.

Un hombre enamoradoKarl Ove Knausgård
Todo placer insatisfecho es una ocasión desperdiciada para siempre. No seré yo quien se ponga a esgrimir el sufrimiento para prohibir las orgías y los excesos. Dejemos hablar a los mediocres de las consecuencias de los placeres: ¿acaso las del dolor no son más graves aún? Sólo un mediocre deseará, para morir, alcanzar el estadio de la vejez. Sufrid, pues, embriagaos, bebed la copa del placer hasta el final, llorad o reíd, gritad de alegría o de desesperación -de todas formas nada quedará de todo ello. Toda la moral no tiene más objetivo que transformar esta vida en una suma de ocasiones desperdiciadas.

En las cimas de la desesperación, E.M. Cioran
Lo que ocupa a todos los seres vivos y los mantiene en movimiento es el deseo de existir. Pero cuando la existencia se tiene por segura, los hombres ya no saben qué hacer con ella; por ello, la segunda circunstancia que los mantiene en movimiento consiste en el deseo de liberarse del peso de la existencia, hacer que pase desapercibida, «matar el tiempo», es decir, escapar al tedio. Y así vemos que casi todos los hombres que se encuentran a salvo de la miseria y las preocupaciones, cuando se han liberado por fin de todas las demás cargas, se convierten en una carga para sí mismos y consideran una ganancia cada hora pasada con alguna ocupación, es decir, cada migaja que se sustrae precisamente de esa vida, para cuya conservación, hasta ese momento, habían empleado todas las fuerzas disponibles. El tedio, sin embargo, no es en ningún caso un mal que pueda subestimarse: acaba dibujando en el rostro la verdadera desesperación. Obliga a que seres que se aman tan poco entre sí, como es el caso de los hombres, se busquen desesperadamente, y se convierte así en el origen de toda sociabilidad.

El mundo como voluntad y representación, Arthur Schopenhauer

Para llegar al fondo, el camino es cuesta arriba. No queda ni la satisfacción de dejarse caer, de soltarse en el tobogán, en una pena resbaladiza que viene natural y automática. No. Para terminar la caída, uno tiene que escalar. Y cada nuevo golpe de piolet, cada clavo en la pared lisa del monte, cada uno de ellos es un nuevo zarpazo en el alma.
Hasta la caída tiene que doler en este mundo. Hasta la caída es un esfuerzo.

Cosas que hacen BUM, Kiko Amat
Una constatación que puedo, muy a mi pesar, hacer a cada instante: solamente son felices quienes no piensan nunca, es decir, quienes no piensan más que lo estrictamente necesario para vivir. El pensamiento verdadero se parece a un demonio que perturba los orígenes de la vida, o a una enfermedad que ataca sus raíces mismas. Pensar continuamente, plantearnos problemas capitales a cada momento y experimentar una duda permanente respecto a nuestro destino; estar cansado de vivir, agotado hasta lo inimaginable a causa de nuestros propios pensamientos y de nuestra propia existencia; dejar tras de sí una estela de sangre y de humo como símbolo del drama y de la muerte de nuestro ser -equivale a ser desgraciado hasta el punto de que el problema del pensamiento nos da ganas de vomitar y la reflexión nos parece una condena. Hay demasiadas cosas que añorar en un mundo en el que nada debería ser añorado. De ahí que yo me pregunte si este mundo merece realmente mi nostalgia.

En las cimas de la desesperación, E.M. Cioran
Sí, me fastidiaba levantarme de la cama por la mañana. Esto significaba empezar la vida de nuevo y después de estar en la cama toda la noche has creado un tipo de intimidad a la que es muy difícil renunciar. Yo siempre fui un solitario. Perdona, supongo que lo que me pasa es que estoy desquiciado, pero, quiero decir, salvo por lo de echar un polvete de vez en cuando, no me importaría que todos los habitantes del mundo se muriesen. Sí, sé que no es agradable. Pero yo me pondría tan contento como un caracol; después de todo fue la gente la que me hizo desgraciado.

La máquina de follar, Charles Bukowski
Un día te das cuenta de que lo malo no son los problemas, sino el hecho de que necesites darles una respuesta y entonces te encuentras, sin saber de qué forma ha ocurrido, te encuentras en alguna parte mirando la oscuridad, las calles encendidas y las casas apagadas, imaginando un montón de gente que piensan los unos en los otros, tienden puentes a lo largo de toda la ciudad, de una habitación a otra, de un corazón a otro. Y entonces sabes que estás completamente solo cuando te quedas parado a este lado de las cosas, sin ningún puente que cruzar.

Raro, Benjamín Prado

Quizás mi madre tenía razón. A veces, cuando pierdes ganas. Pero se le olvidó añadir que, a veces, cuando pierdes, pierdes. O que, a veces, cuando pierdes, luego parece que has ganado, pero vuelves a perder.
Y esa última vez es la de verdad.
Esa última vez es la última vez. Desde ahí, no ganas.

Cosas que hacen BUM, Kiko Amat
Quiero vivir. Pero, entonces, ¿por qué no vivo? ¿Por qué, cuando me meto en un avión o en un coche, me imagino que el avión se va a caer o el coche a chocar, y que en realidad no importa mucho? ¿Que da igual si vivo o muero? Porque eso es lo que suelo pensar. La indiferencia es uno de los siete pecados capitales, en realidad el más grande de todos, porque es el único que peca contra la vida.

Un hombre enamoradoKarl Ove Knausgård
Al final, lo que pasa es que vas por la vida como si arrastraras una red de pesca, y la red cada vez pesa más porque está más llena de recuerdos, y no hay manera de parar en algún lado y soltar algunos de ellos. Estás condenado a arrastrar para siempre lo que atrapa la red de tus movimientos. ¿Qué hay dentro? De todo, como en las redes de verdad. Hay tiburones y sardinas, hay salmonetes deliciosos, pulpos, medusas venenosas y erizos punzantes. Y también hay rémoras. Sobre todo rémoras.

Cosas que hacen BUM, Kiko Amat
no sé qué será de nosotros. necesitamos muchísima suerte. y últimamente la mía ha sido muy mala. y el sol está acercándose. y, la Vida, tan fea como parece, quizá merezca la pena vivirse tres o cuatro días más. ¿crees que lo conseguiremos?

La máquina de follar, Charles Bukowski
A pesar de mi escepticismo me ha quedado algo de superstición, por ejemplo esta extraña convicción de que todas las historias que en la vida me ocurren, tienen además algún sentido, significan algo; que la vida, con su propia historia, dice algo sobre sí misma, que nos desvela gradualmente alguno de sus secretos, que está ante nosotros como un acertijo que es necesario resolver, que las historias que en nuestra vida vivimos son la mitología de esa vida y que en esa mitología está la clave de la verdad y del secreto. ¿Qué es una ficción? Es posible, e incluso probable, pero no soy capaz de librarme de esa necesidad de descifrar permanentemente mi propia vida.

La broma, Milan Kundera
No puedo obviar que para mí el optimismo es, en el mejor de los casos, un producto de esos discursos irreflexivos fabricados por mentes planas que no albergan más que palabras y una manera de pensar absurda, cuando no algo ciertamente vil: la triste venganza de los innombrables sufrimientos de la humanidad.

El mundo como voluntad y representación, Arthur Schopenhauer
¿Es posible amar tan desesperadamente que la vida resulte insoportable? No me refiero a un amor no correspondido, sino a estar metido de lleno en el amor. En medio del amor y desesperado. Porque sabes que se acabará, porque todo se acaba. Fin.

La constelación del Perro, Peter Heller
El mundo carece de principio de causación y, por tanto, de toda posibilidad intrínseca de culminación, es decir, de alcanzar una «meta», un «resultado», un «fin». Como consecuencia, el devenir y el tiempo en que se configura la identidad del sujeto, y su aparente libertad, no son más que una mera ilusión, una ficción de nuestro intelecto, que le proporciona al animal racional y enfermo la fábula compensatoria del sentido, a la que se agarra con uñas y dientes: sentido del mundo, sentido del tiempo, sentido de la acción racional. Pero la cosa es aún peor. Si toda realidad se reduce a un gigantesco impulso de carácter afectivo, pulsional e irracional; si el mundo es, en último término, Voluntad (y nuestra voluntad no es más que una tendencia ciega, una fuerza amorfa, un deseo vampírico y sin objeto que no quiere más que seguir queriendo), entonces la acción humana no es más que la eterna repetición de una querencia primigenia, enraizada en la ausencia de fin, de meta y de sentido. Y su corolario: esta repetición vacía conlleva la imposibilidad humana de alcanzar la felicidad y la plenitud, el absurdo de nuestras ilusiones a la hora de concebir el futuro como un espacio de satisfacción y realización.

True Detective. Antología de lecturas no obligatorias, VV.AA.
La gente se mueve hacia el futuro, dice mi padre, descentrada, sin orientación, fuera del camino en el que se movió en el pasado. Una amputación, dice mi padre, del sentido de la orientación. La obsesión nos hace perder el sentido del tiempo, uno confunde el pasado con el remordimiento.

Prisión perpetua, Ricardo Piglia
La mayoría de la gente se engaña mediante una doble creencia errónea: cree en el eterno recuerdo (de la gente, de las cosas, de los actos, de las naciones) y en la posibilidad de reparación (de los actos, de los errores, de los pecados, de las injusticias). Ambas creencias son falsas. La realidad es precisamente al contrario: todo será olvidado y nada será reparado. El papel de la reparación (de la venganza y del perdón) lo lleva a cabo el olvido. Nadie reparará las injusticias que se cometieron, pero todas las injusticias serán olvidadas.

La broma, Milan Kundera
En su año cuarenta y tres de vida, William Stoner aprendió lo que otros, mucho más jóvenes, habían aprendido antes que él: que la persona que uno ama al principio no es la persona que uno ama al final, y que el amor no es un fin sino un proceso a través del cual una persona intenta conocer a otra.

Stoner, John Williams
Si he aprendido algo durante estos años, algo que me parece extremadamente importante en nuestra época, tan rebosante de mediocridad, es lo siguiente:
No debes creer que eres alguien.
No creas ni de coña que eres alguien.
Porque no lo eres. No eres más que una mediocre mierdecilla.
No creas que eres alguien, no creas que eres nadie en absoluto, porque no lo eres. Sólo eres una mierdecilla.
Así que agacha la cabeza, y ponte a trabajar, mierdecilla. Así al menos sacarás algo en claro. Cállate, agacha la cabeza, trabaja, y sé consciente de que no vales una mierda.

Un hombre enamorado, Karl Ove Knausgård
La conciencia de mi propia miseria no me reconcilia en lo más mínimo con la miseria de los demás. Me repele que la gente se sienta hermanada cuando ve en los otros una bajeza similar a la suya. No anhelo ese tipo de hermandad viscosa.

La broma, Milan Kundera
Se empezó a preguntar si su vida merecía la pena, si alguna vez la había merecido. Era una duda, sospechaba, que le llegaba a todo el mundo tarde o temprano. Se preguntaba si a los demás les sobrevenía con la misma fuerza impersonal que le llegaba a él. La cuestión le sumía en la tristeza, pero era una tristeza general que -pensaba- tenía poco que ver con él o con su particular destino, ni siquiera estaba seguro de que la cuestión naciera de las causas más recientes y obvias que habían trastornado su vida. Provenía, pensaba, de su mayor edad, de la cantidad de accidentes y circunstancias y de lo que había logrado entender sobre ellos. Hallaba un gusto siniestro e irónico en la posibilidad de que, con la poca formación que se había procurado, se las había arreglado para llegar a una certeza: que a la larga, todas las cosas, incluso el conocimiento que le permitía saber esto, eran fútiles y vacías y que al final empequeñecían hasta convertirse en una nada donde ya no cambiaban.

Stoner, John Williams
Mañana me levantarán a gritos
para la ducha, y mi mano derecha
abrazará mi izquierda
y caerá la lluvia
sobre mi estómago
y la tiniebla
me abrazará otra vez
y será la penitencia soportarme
como la andadura del sueño
echo para no nacer: porque soy
un sacerdote de la nada
y todos los días fingiré que existo.


Poemas de la locura, Leopoldo María Panero
Ojalá hubiera podido vencer esa distancia, escribí. Daría todo por conseguirlo. Pero no lo consigo. Te amo, y puede que tú creas que me amas, pero no es así. Creo que te gusto, estoy seguro de ello, pero no te basto, y eso lo sabes muy dentro de ti. Tal vez necesitabas a alguien, llegué yo, y pensaste que tal vez podría servir. Pero yo no quiero ser alguien que tal vez pueda servir, no me basta, he de ser todo o nada. Tienes que arder como yo ardo. Querer lo mismo que yo. ¿Lo entiendes? Ah, sé que lo entiendes. Te he visto fuerte, te he visto débil, y te he visto abierta al mundo. Te amo, pero no es suficiente. Ser amigos no tiene ningún sentido. ¡Ni siquiera soy capaz de hablar contigo! ¿Qué clase de amistad sería ésa? Espero que no te tomes esto a mal, sólo intento decir las cosas como son. Te amo, así es. Y en algún sitio lo haré siempre, suceda lo que suceda con nosotros.

Un hombre enamorado, Karl Ove Knausgård
Qué frío hace en la tumba, hombre
qué frío de no tener ya nombre
como el agua del río, como el roble
como el silencio que castiga el grito
y seré para mí morir como un rito
y no como un hombre
sino como un roble.


Poemas de la locura, Leopoldo María Panero
El sentido no es algo que recibimos, sino algo que damos. La muerte hace que la vida carezca de sentido, porque con la muerte cesa todo aquello por lo que hemos luchado, y a la vez da sentido a la vida, porque su presencia hace imperdible lo poco que tenemos de vida, cada valioso momento.

Un hombre enamoradoKarl Ove Knausgård
Si hubiese sido más fuerte, pensó, si hubiera sabido más, si hubiese podido comprender. Y al final, sin clemencia, pensó: si la hubiera querido más.

Stoner, John Williams
Detesto ser una cosa que escupe y caga y tiene dientes que rechinan y se muere por un polvo. ¿Podría ser este aborrecimiento del cuerpo el camino para hallar consuelo al volverse espíritu? ¿Será eso lo que llaman «salvación»? Pero entonces, si yo era espíritu antes y habré de serlo de nuevo, ¿por qué tengo que padecer ser carne ahora? Debe de haber una razón que me impida saberlo, pero este no-saber lo vivo como un castigo, y esa vivencia alimenta el dolor y la duda. Plantearme estas cuestiones desata en mí una especie de cólera infantil e impotente; cólera por tener que enfrentarme a esta cuestión, desesperación por tener que ser algo. ¿Acaso no estamos todos crucificados en las cruces de nuestro propio cuerpo durante toda nuestra vida?

El evangelio de la anarquía, Justin Taylor
La adolescencia no sólo es una etapa importante de la vida, sino que es la única etapa en la que se puede hablar de vida en el verdadero sentido del término. Los atractores pulsionales se desenfrenan en torno a los trece años y luego disminuyen poco a poco, o más bien se resuelven en modelos de comportamiento que a fin de cuentas sólo son fuerzas petrificadas. La violencia del estallido inicial hace que el resultado del conflicto pueda ser incierto durante muchos años; es lo que se llama, en electrodinámica, un régimen transitorio. Pero poco a poco las oscilaciones se vuelven más lentas, hasta convertirse en ondas anchas, melancólicas y dulces; a partir de ese momento ya está todo dicho, y la vida ya no es más que una preparación a la muerte. Lo cual puede expresarse de de forma más brutal y menos exacta diciendo que el hombre es un adolescente disminuido.

Ampliación del campo de batalla, Michel Houellebecq
Si aprendemos del pasado, dijo alguien, estamos condenados a repetirlo. Pero ¿y si lo único que aprendemos del pasado es que estamos condenados a repetirlo de todos modos? La cicatriz, al parecer, suele ser peor que la herida.

Esperanza: una tragedia, Shalom Auslander
Ella continuó hablando y al cabo de un rato Stoner empezó a escuchar lo que decía. Años más tarde se daría cuenta de que en esa hora y media, de aquella tarde de diciembre, durante su primer lapso largo de tiempo juntos, le contó más sobre sí misma que ninguna otra vez. Y cuando hubo terminado, sintió que eran desconocidos de una manera impensable y supo que se había enamorado.

Stoner, John Williams 
¿Existe algo más terrorífico que un sueño hecho realidad? Si lo hay, se trata de una plegaria atendida, sin duda.

El evangelio de la anarquía, Justin Taylor
Apuestas dinero a un caballo que gana e inviertes tus ganancias en el caballo siguiente de la siguiente carrera, y así sucesivamente. Tus ganancias se acumulan. ¿También tus pérdidas? No en el hipódromo; allí, sólo pierdes tu apuesta original. Pero ¿en la vida? Aquí quizá rigen normas distintas. Apuestas por una relación y fracasa; inicias una nueva y también fracasa; y quizá lo que pierdes no sean dos simples adiciones menos, sino el múltiplo de lo que has apostado. Es la impresión que da, de todos modos. La vida no es sólo suma y resta. Es también la acumulación, la multiplicación de pérdidas, de fracasos.

El sentido de un final, Julian Barnes

-¿Qué hacen cinco abogados atrapados en arenas movedizas? -le preguntó el profesor Jove.
Kugel se encogió de hombros.
-Cagarse en todo -respondió el profesor Jove-. Y si uno tiene que pisarle la cabeza a otro para poder salir, se la pisa.
-¿Porque es abogado?
-No, porque es un ser humano. La supervivencia tiene su propia moral, Kugel. Solo un idiota esperaría que alguien atrapado en arenas movedizas actuara de otra forma. Y, hermano, estamos metidos hasta las orejas en arenas movedizas, desde el día en que nacemos. ¿Y sabe usted cómo se sale de las arenas movedizas?
-¿Es un chiste?
-No.
-Pues no lo sé. ¿Cómo se sale de las arenas movedizas?
-Hay dos formas. La primera nunca funciona.
-¿Cuál es la primera?
-Esperar que alguien te salve. Confiar en la bondad de los desconocidos.
-¿Y la segunda?
-Salvarse uno mismo. Pisar a quien sea. Esté vivo o muerto, lo pisas y sales de ahí.

Esperanza: una tragedia, Shalom Auslander
Estaba desnuda en su cama y le parecía tan hermosa como un campo de girasoles junto a una carretera solitaria, y le dieron ganas de hacerle alguna promesa, la que fuera, una de esas que son parecidas a los primeros fascículos de una colección que nunca vas a terminar: me gustaría volver a verte, dame tu teléfono, apunta el mío, jamás te olvidaré, seas quien seas. Dos personas que saben que se mienten nunca se hacen daño.

Qué escondes en la mano, Benjamín Prado
En el fondo, ninguna muerte le hace justicia a la vida. Nuestro final es siempre una decepción, un insulto, una sorpresa, algo más estúpido de lo que creíamos y, desde luego, menos de lo que esperábamos.

Esperanza: una tragedia, Shalom Auslander
Fíjense qué verbo más elástico, vivir, y qué lleno de significados falsos, todos esos que le hemos atribuido para suplantar el auténtico, para no darnos cuenta de cómo lo necesario ocupa el lugar de lo que importa, hasta convertirnos en los orgullosos propietarios de los muros tras los que estamos presos.

Qué escondes en la mano, Benjamín Prado
Un coche frenó y pudo escuchar el chirrido de las ruedas patinando sobre la nieve apilada en los bordes de la calle. La bocina repercutió en las paredes cercanas... Al percibir esos ruidos, Shinji pensó que aquella casa se levantaba como una isla solitaria en el océano de una sociedad ocupada incansablemente en los mismos asuntos de siempre. A su alrededor se extendía desordenadamente el país por el cual estaba sufriendo y dispuesto a dar la vida. No sabía ni le importaba si aquella gran nación reconocería su sacrificio. En su campo de batalla no existía la gloria. Era la trinchera del espíritu.

La perla y otros cuentos, Yukio Mishima

Tengo un hueco aquí donde no hay nada, que hay un vacío que no se puede llenar. Y quizá sea la tristeza por los años del frescor, los años que nunca volverán, las cosas que pasaron, las cosas que hicimos, la tristeza por los chicos con botas, los años que dejamos pudrir, que se nos murieron en las manos, sin querer, sin que pudiésemos hacer nada para evitarlo, esa tristeza que llevo ahí, incrustada en la piel, hasta el día en que me muera, y que cada tiempecito sale a golpes, derramándoseme por los ojos y se lo lleva todo menos el recuerdo.
El recuerdo nunca.

Rompepistas, Kiko Amat