¿Cómo voy a renunciar a lo que aún no ha sido mío, dado que toda chica, por deliciosa y provocativa que alguna vez haya podido parecerme, acabará resultándome más familiar que una barra de pan, y eso no hay quien lo evite. ¿Por amor, tendría que renunciar? ¿Qué amor? ¿Es el amor lo que une a todas esas parejas que conocemos, las que se toman la molestia de unirse? ¿No será más bien la debilidad? ¿No serán más bien la comodidad y la apatía y la culpa? ¿No serán más bien el agotamiento y la inercia, la pura y simple falta de redaños, muchísimo más que ese «amor» que no se les cae de la boca a los consejeros matrimoniales y a los compositores de canciones, y que es el sueño de los psicoterapeutas? Por favor, vamos a no vendernos la moto unos a otros con la mierda del «amor» y su duración.

El mal de Portnoy, Philip Roth
Dicen que las simientes de todo lo que haremos están en todos nosotros, pero a mí me parece que en los que bromean con la vida las simientes están cubiertas con mejor tierra y más abono.

París era una fiesta, Ernest Hemingway

¿En la actualidad, qué es una relación humana? Mortifica por su pobreza. Cuando ves lo que hoy denominamos con el bonito nombre de «encuentro», se te cae el alma a los pies. Conocer a alguien debería constituir un acontecimiento. Debería conmover tanto como cuando, después de cuarenta años de soledad, un ermitaño ve a un anacoreta en el horizonte de su desierto.
La vulgaridad de lo cuantitativo ha culminado su obra: conocer a alguien ya no significa nada. Existen ejemplos paroxísticos: Proust conoce a Joyce en un taxi y, durante esa entrevista única, sólo hablan del precio de la carrera: todo ocurre como si ya nadie creyera en los encuentros, en esa sublime posibilidad de conocer a alguien.

Diario de Golondrina, Amélie Nothomb
Ya estaba muerto, pensó. Le pareció que, sólo ahora que había empezado a poder formular sus pensamientos, había dado el paso decisivo. Las consecuencias de cada acto están incluidas en el propio acto.

1984, George Orwell

Gatsby creía en la luz verde, el orgiástico futuro que, año tras año, aparece ante nosotros... Nos esquiva, pero no importa; mañana correremos más deprisa, abriremos los brazos, y... un buen día...
Y así vamos adelante, botes que reman contra la corriente, incesantemente arrastrados hacia el pasado.

El gran Gatsby, F. Scott Fitzgerald



El oído es un punto débil. A la ausencia de párpado hay que sumarle una deficiencia: uno siempre escucha lo que no desearía oír, pero no oye lo que necesita escuchar.

Diario de Golondrina, Amélie Nothomb


-Si eres la novia de Leonard -dijo-, o estás pensando en serlo, o en volver con él si lo has sido y habéis roto, mi consejo es que no lo hagas.
-¿Y tú quién eres?
-Alguien que sabe por propia experiencia lo atractivo que resulta pensar que uno puede salvar a alguien amándolo.
-Habría jurado que acabamos de conocernos -dijo Madeleine-. Y que no sabes nada de mí.
Henry se puso de pie. Con un aire un tanto ofendido pero la seguridad en sí mismo intacta, dijo:
-La gente no salva a la gente. La gente se salva a sí misma.

La trama nupcial, Jeffrey Eugenides
Todos creemos que, como mínimo, poseemos una virtud capital; la mía es ésta: soy una de las pocas personas honradas que he conocido.

El gran Gatsby, F. Scott Fitzgerald
Ya he superado mi juventud melancólica. Me importan tres cojones el pasado y el futuro. Estoy sano. Incurablemente sano. Sin penas, sin remordimientos. Sin pasado, sin futuro. Tengo bastante con el presente.

Trópico de Cáncer, Henry Miller

-¿Sabes qué es lo que más me gusta de ti? -preguntó a Matthew.
-¿Qué?
Le cogió del brazo, le cogió del cuello y lo atrajo hacia ella susurrándole a su mejilla nervuda y áspera. Tenía tanta hambre que se lo comería. Pronto llamarían su número de pedido.
-Cómo se te marcan las venas de los antebrazos. Y la musculatura que te recorre la cintura. Me encanta que seas delgado.
-Eso es muy superficial, Lucinda.
-No se puede ser profundo sin superficie.

Todavía no me quieres, Jonathan Lethem

-Nagasawa, ¿cuáles son tus principios? -pregunté.
-Te vas a reír -dijo.
-No me reiré.
-Ser un caballero.
No me reí, pero estuve a punto de caerme de la silla.
-¿Lo que se entiende por un caballero?
-Sí, un caballero de ésos.
-¿Y qué quiere decir ser un caballero? Dame una definición, por favor.
-Un caballero es quien hace, no lo que quiere, sino lo que debe hacer.

Tokio blues, Haruki Murakami
Tú no te imaginas siquiera cómo pueden acabar de repente ciertos agostos que se estrellan contra un septiembre anticipado, como un automóvil que acaba contra un árbol, y se abarquillan, se desinflan como un acordeón que pierde aliento. Tanta arrogancia por la canícula de la Ascensión o cuando el cielo nocturno monta los fuegos artificiales de San Lorenzo y los sentidos parecen tan colmados y la vida una caverna de bóvedas altísimas, y en cambio cuatro gotas de lluvia, el tiempo de un confeti y un sólo día se engulle ese mes túrgido y engreído... También la vida es así, como agosto, te das cuenta de que ha caducado del dicho al hecho, cuando no te lo esperabas en absoluto, la goma se ha encogido y ya no se alargará más y desde un rincón se asoma el cuervo para decir su nevermore...

Tristano muere, Antonio Tabucchi
Parece que dondequiera que voy hay un drama. Las personas son como los piojos: se te meten bajo la piel y se entierran en ella. Te rascas y te rascas hasta hacerte sangre, pero no puedes despiojarte permanentemente. Dondequiera que voy las personas están echando a perder sus vidas.

Trópico de Cáncer, Henry Miller

-Usted es, en mi concepto -sentenció Valdivia-, una mujer decepcionada. Simplemente.
-Pues bien, querido amigo: eso es lo único razonable que le he oído a usted decir esta noche. Pero decepcionada aún es poco... Soy una mujer tan hastiada de todo, que no me he suicidado ya por pereza de apretar el gatillo de la pistola. ¿Le extraña?
-No. ¿Por qué ha de extrañarme? Cuando está uno hastiado de todo se acaba por decidir el suicidio. Y cuando ya se tiene el suicidio decidido, siempre busca uno un obstáculo que impida suicidarse...

Pero... ¿hubo alguna vez once mil vírgenes?, Enrique Jardiel Poncela
Te pasas la vida pensando en tus padres como en monstruos opresores y protectores que todo lo pueden y, de pronto, un día te vuelves y los pillas desprevenidos y resulta que no son más que personas débiles y aprensivas que tratan de salir adelante lo mejor que pueden.

El buda de los suburbios, Hanif Kureishi
En cuanto a la sinceridad despiadada, la sinceridad despiadada no es un truco difícil de aprender. Al contrario, es la cosa más fácil del mundo. Del mismo modo que un sapo venenoso no se envenena a sí mismo, así enseguida endurecemos la piel contra nuestra propia sinceridad. ¡Muerte a la razón, muerte al habla! Lo único importante es hacer lo que debes, ya sea por la razón correcta, por la equivocada o por ninguna.

Juventud, J.M. Coetzee