-Quizá no sea usted un amor -dijo Adam.
-¿Y usted? -preguntó Deirdre.
-Sí, fui un amor, en mi juventud. Y fui joven mucho tiempo. Quizá precisamente por el efecto de ser un amor. Retarda el proceso de envejecimiento, pero desgraciadamente, no lo detiene y, un día, me levanté una mañana y vi que ya era viejo. Usted está envejeciendo de manera más gradual y eso es, en mi opinión, una bendición: no hay nada peor que despertar una mañana y descubrir que estás decrépito.
-¿Es mejor envejecer de manera gradual?
-Sí -dijo Adam-. Así no te das cuenta. A no ser que seas lo suficientemente estúpido como para mirar una vieja fotografía. Por esa razón destruí todas las viejas fotografías de mí mismo.
-Yo creo que algunas personas quieren recordar su belleza de antaño -dijo Deirdre.
-Mejor recordarla con el ojo de la mente -dijo Adam-. La belleza recordada es más intensa que la belleza registrada.

Aquella tarde dorada, Peter Cameron

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