Recordé las palabras de Ribeyro, uno de los más ilustres compatriotas de César Vallejo que Cecilia me hizo descubrir: «Seres imperfectos viviendo en un mundo imperfecto, estamos condenados a encontrar sólo migajas de felicidad». ¿Cuál es la alternativa? Quizás aceptar nuestros límites, nuestras contradicciones, nuestras muchas necesidades, tratar de ser más fuertes que el peso de toda culpa. Concentrar nuestra habilidad en lo que mejor podamos hacer y nuestra lucidez en lo que mejor podamos entender: one thing at a time. One life at a time. Vivir sin perder, en la medida de nuestras posibilidades, la capacidad para volver a un centro desde donde se puede confiar, esperar, ser-feliz-ahora-mismo-a-pesar-de-todo, a pesar del dolor y de la certeza de que la vida es, básicamente, imposibilidad y dolor.

Después del invierno, Guadalupe Nettel

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