Él sabe que ella siempre estará allí. Ella siempre será algo a que aspirar, algo bueno y limpio. Siempre allí. Y, aunque nunca tocó sus pechos, aunque nunca acarició sus muñecas, su imagen es tan real, tan fuerte. Sus ojos curvados.
Pocas cosas en el mundo son tan duraderas como esa imagen. 
Siempre limpia. Siempre inmaculada. Sin defectos ni imperfecciones.
No puedes asegurar nada, pero si posees algo así, algo poderoso, algo alto y eterno a que aspirar, lo tienes todo. Eso no va a corromperse. Eso no va a desaparecer. No va a cambiar. No va a empeorar.
Cuando atrapas un pensamiento y sabes que es para siempre. Esa seguridad.
Algo tan puro.
La placidez de las cosas que pudieron haber pasado.
La pureza de lo perenne.
Vale más.
Vale más que el perder, que el separar, que el futuro incierto.
A lo mejor es verdad que puedes esconder tu amor para siempre.

El día que me vaya no se lo diré a nadie, Kiko Amat

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