Hubo un tiempo en que las fiestas o el cine o la televisión o el alcohol o las drogas o el sexo o la política o los atardeceres nos alejaban de los libros.
Ahora -¡sorpresa!- son los libros los que nos alejan de los libros.
Los libros electrónicos que nos impiden concentrarnos por más o menos largos períodos de lectura sin sentir la refleja y automática tentación de saltar a otro sitio, a otro site, a otro frente, a enredarnos en redes sociales y, de pronto, ya es hora de ir a actualizar nuestro perfil. En pantallas -las grandes y pequeñas pantallas- en las que ya no se proyectan nuestras vidas porque nuestras vidas, ahora, cada vez más, son pantallas.
Ser o no ser pantalla, ésa es la cuestión.

La parte inventada, Rodrigo Fresán

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