Alguien está tensando
la malla de los términos,
pero dónde suceden las palabras de amor
y quién se atrevería a mantener
tirante el arco rilkeano
sin dispararse en una identidad
y que lo llamen cura.

Vivimos para nuestro tiempo.
Clásicos. Indigentes.
No ocupamos lugar
en las metáforas de lo habitable.
El ojo ya no acude a la mano,
aunque le llega el eco de los huesos
y le habla de tú.

Contigo nada tiene
que ver la arquitectura
puritana. La luz no te limita
y curva el horizonte
para que te imagine
sensual: exactamente como
las cosquillas de un perro entre el estómago,
que da melancolía,
y el corazón, que da conversación.

Traiciono mis principios porque no te poseo,
pero soy rico porque no poseo
y pobre por lo poco que pudiera perder.

Echado a perder, Carlos Pardo

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