-Oye, ¿tú estás loco, verdad?
-No. Es que me aburro, me aburro inmensamente -repuso él, calculando que allí había un camino para figurar a los ojos de Mignonne como un hombre excepcional, muy baqueteado ya por la vida.
-¿Te aburres? -musitó ella no del todo convencida aún.
-Estoy agotando mi existencia en el tedio; y la furia por divertirme toma aspecto de locura. No encuentro nada que me interese. Acaso el amor... Pero el amor es igual que el catarro.
-¿Igual que el catarro? -dijo Mignonne aceptando el anzuelo-. ¿Por qué?
-Porque, como el catarro, empieza por una congestión y acaba obligándonos a limpiarnos los ojos con el pañuelo

Amor se escribe sin hache, Enrique Jardiel Poncela

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