Detesto ser una cosa que escupe y caga y tiene dientes que rechinan y se muere por un polvo. ¿Podría ser este aborrecimiento del cuerpo el camino para hallar consuelo al volverse espíritu? ¿Será eso lo que llaman «salvación»? Pero entonces, si yo era espíritu antes y habré de serlo de nuevo, ¿por qué tengo que padecer ser carne ahora? Debe de haber una razón que me impida saberlo, pero este no-saber lo vivo como un castigo, y esa vivencia alimenta el dolor y la duda. Plantearme estas cuestiones desata en mí una especie de cólera infantil e impotente; cólera por tener que enfrentarme a esta cuestión, desesperación por tener que ser algo. ¿Acaso no estamos todos crucificados en las cruces de nuestro propio cuerpo durante toda nuestra vida?

El evangelio de la anarquía, Justin Taylor

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