Para llegar al fondo, el camino es cuesta arriba. No queda ni la satisfacción de dejarse caer, de soltarse en el tobogán, en una pena resbaladiza que viene natural y automática. No. Para terminar la caída, uno tiene que escalar. Y cada nuevo golpe de piolet, cada clavo en la pared lisa del monte, cada uno de ellos es un nuevo zarpazo en el alma.
Hasta la caída tiene que doler en este mundo. Hasta la caída es un esfuerzo.

Cosas que hacen BUM, Kiko Amat

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