Pienso en el entonces y pienso en el ahora. Pienso en aquel niño que fui, y qué parte puso ese niño en lo que soy hoy. Y pienso en el lugar de donde vengo, y en cómo una parte de mi siempre se quedo allí, ahora lo veo.
Pienso en todas esas cosas con cara de cerdito, no es una de mis muecas, es de tener la nariz firmemente pegada al cristal, mirando al cielo, ya oscureció.
Y entonces me separo del cristal unos centímetros, y doy dos pasos de baile, y doy una vuelta sobre mi eje, y vuelvo a estar de cara a la ventana. Pim-pam-fuera. Y me miro los pies, miro ese baile inesperado que ha venido de otras décadas, y ahora sonrío, sonrío sólo un poco, casi imperceptiblemente, sólo si me conocieses mucho te darías cuenta.
Y pienso. Cómo de aquella época, del verano de 1987, no queda nada ya; los años y los golpes nuevos, las nuevas decepciones, se han ido amontonando, cubriendo con su manto a cada uno de nosotros, llenando nuestros cuerpos con cosas nuevas e inesperadas, algunas incluso felices. Felices, incluso.

Rompepistas, Kiko Amat

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