-No sé quién me explota más, la verdad, si el patrón o el proletariado -ironiza Pablo al poner en marcha otra vez las máquinas.

-Seguramente igual -se ríe Robinsón-. Pero uno lo hace para sacar lo peor de ti y el otro lo mejor.
-Ya, pero uno me da de comer y el otro me quita el sueño.
-Bueno, en eso tienes razón -acepta Robinsón-. Aunque también lo puedes ver de otra forma: uno compra tu alma y el otro te regala su amistad.

El anarquista que se llamaba como yo, Pablo Martín

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