Tenía que pensar con claridad, tomar las decisiones adecuadas, hacer planes, pero no podía. No estaba en situación de comprender las cosas: o me eran demasiado próximas o demasiado lejanas. Pensaba que determinada decisión era la correcta, e inmediatamente me preguntaba si al cabo de un rato no pensaría lo contrario. A veces sabía lo que debía hacer, pero me faltaba voluntad para pasar a la acción; y otras veces me sobraba voluntad, pero no movía un dedo. Y así, a fuerza de chocar conmigo misma, llegué a preguntarme cómo cambiar para no ser esa persona con la que tenía que pelearme sin fin y que me vencía siempre.

El final de la historia, Lydia Davis

No hay comentarios:

Publicar un comentario