-Usted es, en mi concepto -sentenció Valdivia-, una mujer decepcionada. Simplemente.
-Pues bien, querido amigo: eso es lo único razonable que le he oído a usted decir esta noche. Pero decepcionada aún es poco... Soy una mujer tan hastiada de todo, que no me he suicidado ya por pereza de apretar el gatillo de la pistola. ¿Le extraña?
-No. ¿Por qué ha de extrañarme? Cuando está uno hastiado de todo se acaba por decidir el suicidio. Y cuando ya se tiene el suicidio decidido, siempre busca uno un obstáculo que impida suicidarse...

Pero... ¿hubo alguna vez once mil vírgenes?, Enrique Jardiel Poncela

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