La juventud sin escolta de nubes, 
los muros, voluntad de tempestades, 
la lámpara, como abanico fuera o dentro, 
dicen con elocuencia aquello no ignorado, 
aquello que algún día débilmente 
ante la muerte misma se abandona.

Hueso aplastado por la piedra de sueños, 
¿qué hacer, desprovistos de salida, 
si no es sobre puente tendido por el rayo 
para unir dos mentiras, 
mentira de vivir o mentira de carne?

Sólo sabemos esculpir biografías 
en músicas hostiles; 
sólo sabemos contar afirmaciones 
o negaciones, cabellera de noche; 
sólo sabemos invocar como niños al frío 
por miedo de irnos solos a la sombra del tiempo.

La realidad y el deseo, Luis Cernuda

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