«No me importa que llueva en verano. Hasta me gusta. Es mi lluvia favorita.»«¿Tu lluvia favorita?», dijo Thea. Recuerdo que frunció el ceño sopesando aquellas palabras, y luego exclamó: «Pues la mía es la lluvia antes de caer.» Rebecca se sonrió al oír aquello, pero yo dije (en plan pedante supongo): «Pero, cielo, antes de caer en realidad no es lluvia.» Y Thea me dijo: «¿Y entonces qué es?» Y yo le expliqué: «Pues es sólo humedad. Humedad en las nubes.» Thea bajó la vista y se concentró una vez más en escoger los guijarros de la playa; cogió dos y se puso a golpearlos uno contra otro. Parecía que el ruido y la sensación le gustaban. Yo seguí: «¿Entiendes entonces que no existe la lluvia antes de caer? Tiene que caer para que sea lluvia.» Era una tontería explicarle aquello a una niña pequeña; casi me arrepentía de haber empezado. Pero por lo visto Thea no tenía ningún problema en captar la idea; más bien al revés, porque al poco rato se quedó mirándome y meneó la cabeza con gesto de pena, como si discutir aquellas cosas con una idiota estuviera poniendo a prueba su paciencia. «Ya sé que no existe.», dijo. «Por eso es mi favorita. Porque no hace falta que algo sea verdad para hacerte feliz, ¿no?»

La lluvia antes de caer, Jonathan Coe

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