Aunque uno se obstine en luchar contra ella, la nostalgia siempre gana. Con los años, ese pasado de angustia teen y burricie automutiladora acaba conviertiéndose en algo entrañable. Y aquellos trapos, en armaduras gloriosas. Y aquellos grupos de mierda que nos gustaban, en el futuro del pop. Y aquellos empujones ebrios en la puerta de un bar, en hazañas bélicas contra Unos Tíos Muy Chungos. Ah, la nostalgia. Qué montón de basura, pero cuánto engancha.

Chap Chap, Kiko Amat

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