Es una pena -dirán los cobardes, a los que desespera cualquier fracaso- que en la vida no se pueda recurrir, como en el lienzo de un pintor, al retoque, al arrepentimiento o al repinte. Reescribir nuestra autobiografía, corregir la historia mientras la fabricamos y cargarla o sobrecargarla para esconder, maquillar el paso en falso o la falta de delicadeza. Es una suerte que no podamos. La situación de cada uno de nosotros en un tiempo que no se puede ni alargar ni acortar nos obliga a la determinación, aunque esté animada por un temblor que provoque su fracaso. El arte de las agudezas es peligroso, es necesario que podamos fracasar para que el orgullo del éxito sea más auténtico. Resumiendo todo esto en una magnífica frase, Nietzsche escribió: «Lo que no me mata me hace más fuerte». Me gusta repetírmela a menudo, sobre todo cuando me siento muerto y nada fuerte...

La escultura de sí, Michel Onfray

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