Padre nuestro que estás en paradero 
desconocido, líbranos de Ti.

No nos llenes el tiempo con tu ausencia.
Tú utilizaste el fuego del infierno 
para encender el sol de nuestra infancia.

No nos des incertidumbre de tus ojos 
después de que los nuestros ya no puedan 
mirar la rosa negra de la vida.

Oh cordura de Dios que catas 
el pecado del mundo, 
dispendia tu piedad con los cobardes, 
los que te encuentran en cualquier fenómeno 
de meteorología, los que imponen 
tu Nombre en leyes y oraciones.

Confórmate con ser un huésped 
de nuestra infancia rota en mil pedazos.

Vacíanos de Ti, 
regresa a tus orígenes,
a aquella inmensa noche de tormenta 
en la que el miedo de unos monos te inventara.

Poesía para los que leen prosa, VV.AA.

No hay comentarios:

Publicar un comentario