Como no podría ser de otra forma, en el principio, tuvo que ser mujer la que parió al hombre y no al contrario. Siendo la gallina antes que el huevo, no cuesta mucho hacerse a la idea de que el tal don Juan no es más que un invento de doña Inés que, un buen día, se hizo pasar por Zorrilla. Dicho de otra forma, la mujer española está en pleno derecho de comportarse como le venga en gana. Eso es lo primero, no siendo por ello señalada ni como puta ni como mujer infiel pues hay marcadas diferencias entre el libre antojo y los desprecios referidos. La primera, la puta, es la que lo hace por dinero, nunca por ganas, y la segunda es impensable que exista. Hay que recordar que la mujer se adapta por lo blando a cualquier dureza, pudiendo así aplicarse con todo varón que elija y ocurriendo que, para todos y cada uno de los elegidos, seguirá siendo mujer única y privada. Nunca pública. Gracias al acomodo de sus bajos, y según ley de pesos y medidas, cada mujer se convierte en muchas.

El verano: lo crudo y lo podrido, Montero Glez

No hay comentarios:

Publicar un comentario