En la mayoría de los casos leer un libro produce la misma sensación exactamente que ser cadáver. Todo esta igual de... acabado. Cierto, Jane Eyre es un personaje eterno y sin edad, pero da igual cuántas veces leas ese libro condenado, ella siempre se termina casando con esa asquerosa víctima de quemaduras, el señor Rochester. Jamás se matricula en la Sorbona para licenciarse en cerámica francesa ni tampoco abre un restaurante chic en el Greenwich Village de Nueva York. Podéis releer el libro de Brönte todas las veces que queráis, pero Jane Eyre nunca va a operarse para hacerse un cambio de género ni tampoco se va a entrenar para ser un asesino ninja. Y resulta patético que ella crea ser real. Jane no es más que tinta estampada en una página, pero la verdad es que está convencida de ser una persona de carne y hueso. Está convencida de tener libre albedrío.

Condenada, Chuck Palahniuk

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