Últimamente ya no sé que hacer, y a veces tengo la sensación de que nadie me deja hacer nada. El caso es que no quiero beber porque lo que quiero es emborracharme, pero puede que si me tomara una copa lograra doblar cosas, ¿sabéis? Como el aspecto del mundo, por ejemplo. O incluso el tiempo. Ahora mi vida se pierde a lo lejos como una autopista que no va a ningún sitio. Como una de esas autopistas de las praderas en las que puedes ir a ciento treinta, ciento cincuenta, ciento sesenta, y la única pista de que estás volando es el sonido del motor y la aguja del depósito que se inclina hacia abajo cada vez más deprisa. Sin referencias con las que medirse ni medir tu propia velocidad. Ni árboles, ni edificios; con suerte te toca una ristra de postes de teléfono, pero casi siempre, nada.

Canciones de amor a quemarropa, Nickolas Butler

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