La locura de él, si es que su destino ha de ser el de padecer locura, será diferente: tranquila, discreta. Se sentará en un rincón, tenso y encorvado, como el hombre de la toga del grabado de Durero, esperando pacientemente a que acabe su temporada en el infierno. Y cuando haya pasado será más fuerte por haber resistido.

Juventud, J.M Coetzee

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