Pregunta: ¿cuál es el método más seguro para no llegar a ser muy desgraciado?
Respuesta: no aspirar a ser muy feliz.
Tal fue la reflexión que se hizo Pablo mientras saltaba de una terraza a otra huyendo de los militares, reflexión que puede parecernos fuera de lugar, dadas las circunstancias, pero que atendiendo a las circunvoluciones del espíritu humano, donde no existe la línea recta, acabó resultando providencial: curiosamente, aquel pensamiento le devolvió la cordura y le salvó la vida; de no haberlo tenido, lo más probable es que se hubiese dejado atrapar por sus perseguidores o lanzado al vacío desde cualquier azotea. Porque aquella reflexión le llevó a otra, y esta otra a la siguiente. Al fin y al cabo, se dijo, la felicidad es para el ser humano como la casa para el borracho: aunque no la encuentre, sabe que existe... Pablo sabía qué era la felicidad, aunque la hubiese perdido: se trataba, pues, de tener paciencia, de no perder los nervios ni la cabeza, de esperar sin desesperar.

El anarquista que se llamaba como yo, Pablo Martín

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