Ahí sentado bebiendo consideré la idea del suicidio, pero sentí un extraño cariño por mi cuerpo, por mi vida. A pesar de sus cicatrices y marcas, me pertenecían. Me miraría en el espejo del armario y sonriendo burlonamente diría: si te vas a ir de esta vida, puedes llevarte a ocho, diez o veinte contigo...
Era la noche de un sábado del mes de diciembre. Yo estaba en mi habitación y había bebido mucho más de lo usual, encendiendo cigarrillo tras cigarrillo, pensando en chicas, en la ciudad y sus trabajos y en los años que tenía por delante. Al mirar el porvenir, me gustaba muy poco lo que veía. Yo no era un misántropo ni un misógino, pero prefería estar solo. Era agradable sentarse solo en un recinto pequeño y beber y fumar. Siempre supe hacerme compañía.

La senda del perdedor, Charles Bukowski

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