-Si al menos pudiéramos escapar de esta trampa, ir a alguna parte, hacer algo, olvidar nuestros problemas durante un rato -dije.
-Son sólo las once y media -dijo-. ¿Te apetece ir al Cock'N'Bull?
-No me refería a eso. Hablo de encontrar la paz, cierta euforia que nos ayude a pasar este momento de crisis.
-¿Por qué no te emborrachas? -dijo.
Le dije que tampoco me refería a una borrachera. Hablaba de una fuga absoluta, como la de los chicos. Por ejemplo, fumar marihuana.
-Pues fuma -dijo-. Seguro que encuentras en los dormitorios del fondo.
-Tengo un poco aquí -dije, golpeándome la camisa.
-Bien -dijo-. Fúmatela si quieres.
-¿Solo? La hierba no se fuma en soledad. Para disfrutarla hay que compartir el placer con otros.
-Aquí no hay nadie más que yo.
-¿Y qué opinas?
-Me parece que no.
-Lo suponía -dije.
-Lo siento.
-Que tengas que ser tú, con la de gente que hay en el mundo.
-¡Pero es que no quiero!
-Tú, la persona más maltratada y atormentada de esta casa, tú, que lo has sacrificado todo, y tu mundo se derrumba a tu alrededor...
-¡Mi mundo no se está derrumbando!
-Tú la necesitas más que ninguna otra persona y la rechazas.
-No la necesito.
-Quizá tengas razón. Mejor tener fuerza de voluntad, apretar los dientes y quedarte ahí, aguantando el castigo. El mejor acero procede de la fragua más caliente. Olvídalo. Espero que no te importe que me quede aquí bebiendo hasta reventar. Es lo único que le queda a un padre amargado, eso o irse de bares a ligar con alguna golfa.

Al oeste de Roma, John Fante

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